¿Castigamos la ambición en España? Una reflexión sobre liderazgo, éxito y cultura emprendedora
- Elizabeth Trallero

- 2 jul
- 4 Min. de lectura
En una de las presentaciones más provocadoras y necesarias del año, se lanza una pregunta contundente que resuena como un eco incómodo: ¿España castiga la ambición? Esta cuestión no solo interpela al tejido empresarial, sino a toda una cultura que, en lugar de premiar el esfuerzo, el liderazgo y la innovación, tiende a mirar con recelo a quien sobresale.
Hoy quiero compartir contigo las claves de este planteamiento, reflexionar sobre el estado actual de la ambición profesional en España, y cómo este contexto puede estar frenando la transformación que necesitamos para competir en un entorno global cada vez más exigente y veloz.

La ambición como virtud… o como pecado
En muchas culturas, la ambición se considera un motor legítimo del crecimiento profesional y personal. Ser ambicioso no significa pisotear a los demás, sino aspirar a mejorar, crecer, liderar y transformar. Sin embargo, en España todavía arrastramos ciertas creencias limitantes muy arraigadas que nos hacen dudar de quienes piensan en grande.
La presentación parte de una afirmación directa: “Es un mal muy español, como la envidia, el deseo de que a nadie le vaya mejor o no destacar”. Esta mentalidad —que lamentablemente sigue presente en muchos entornos— alimenta una cultura de conformismo, sospecha y mediocridad, donde destacar está mal visto, y quien se atreve a liderar es rápidamente juzgado o ridiculizado.
Liderar en un entorno que desconfía del liderazgo
La consecuencia más grave de esta percepción cultural es que pone en jaque el liderazgo. Un verdadero líder no es quien impone su voluntad, sino quien crea las condiciones para que a los demás les vaya bien. "El líder es una persona que hace que a sus seguidores les vaya bien", dice la presentación, y no podría estar más de acuerdo.
Cuando penalizamos la ambición, también estamos desincentivando el liderazgo. ¿Cómo vamos a motivar a las nuevas generaciones a ser agentes de cambio, a tomar decisiones valientes o a innovar, si cada paso hacia el éxito va acompañado de miradas de desconfianza o de juicios constantes?
Emprender en contra de la corriente
España es un país con talento, creatividad y potencial emprendedor. Sin embargo, muchos emprendedores se sienten solos o poco comprendidos. ¿Cuántas veces has escuchado frases como “eso es muy arriesgado”, “no te compliques”, “mejor no llames mucho la atención”? Estas expresiones reflejan un miedo cultural al fracaso… pero también al éxito.
Si queremos un país con más innovación, más empresas escalables y más impacto social, tenemos que reconciliarnos con la ambición como valor positivo. Emprender no debería ser una carrera de obstáculos culturales, sino una vocación apoyada por la sociedad, las instituciones y el entorno profesional.
La paradoja del gasto público y la visión cortoplacista
Otro punto que se aborda en la presentación es el enfoque económico predominante en ciertos sectores ideológicos. Se menciona la "derecha libertaria" y su apuesta por reducir el despilfarro y el gasto público. Y si bien la eficiencia del gasto es un tema crucial, también es cierto que necesitamos inversiones inteligentes para apoyar a los líderes del mañana.
Formación, innovación, digitalización, internacionalización, impulso a pymes y startups… Todos estos frentes requieren no menos gasto, sino un gasto más estratégico. Apostar por el talento y por quienes tienen ambición para transformar realidades no es un lujo, es una necesidad.
¿Cómo transformamos esta mentalidad?
La solución no está solo en las políticas públicas, sino en una transformación cultural que debe empezar en las escuelas, en los medios, en las empresas y en las conversaciones cotidianas. Aquí algunas claves:
Visibilizar referentes: Mostrar historias reales de personas ambiciosas que han generado impacto positivo, sin idealizarlas, pero tampoco minimizarlas.
Redefinir el éxito: Dejar de pensar en el éxito como arrogancia o prepotencia, y entenderlo como superación personal y compromiso con el entorno.
Premiar la iniciativa: En vez de castigar a quienes se arriesgan, deberíamos aplaudirlos. Hacer que el intento valga la pena, incluso si no siempre se gana.
Eliminar la cultura del “quedarse en su sitio”: Si no aspiramos a más, tampoco cambiaremos nada.
¿Y tú, cómo vives tu ambición?
El mensaje final de la presentación es claro: el problema no es la ambición, es la forma en la que la sociedad responde a ella. Como profesionales, como líderes y como ciudadanos, tenemos la responsabilidad de cambiar esa narrativa.
La ambición es el motor de quienes no se conforman. De quienes quieren dejar un legado. De quienes creen que las cosas pueden ser distintas. Y si hay algo que España necesita hoy más que nunca, es precisamente eso: personas con ambición bien entendida y comprometida con el bien común.
¿Quieres cultivar una ambición saludable en tu empresa o equipo?
Si crees que ha llegado el momento de impulsar una cultura que valore la ambición, el liderazgo y la innovación sin complejos, te invito a que me contactes. Trabajo con empresas y profesionales que quieren romper con creencias limitantes, desarrollar talento con visión de futuro y transformar su manera de liderar.
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Elizabeth Trallero





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